martes, 27 de septiembre de 2011


Había cogido su moto negra, esa que todos dicen que es de tío, pero que le sienta tan bien. Algunos mechones de su pelo rubio que se habían escapado del casco ondeaban en su espalda. Se sentía libre, salvaje, segura de si misma. 
Se sentía ella.


Una sonrisa se asomó en su boca. Tan solo era una humilde sombra de lo que había sido en su día. Pero todos los días hacía lo mismo tan solo para sacar esa mini-sonrisa que le recordaba qué era ser feliz y así no hundirse del todo.
Siempre se había considerado una persona alegre, pero últimamente nada la alegraba. Desde que se produjo ese pequeño, pero a la vez tan grande cambio... Desde el divorcio de sus padre... Desde la marcha de su padre a esa ciudad tan lejana...
Todo era diferente.

Sus amigas le resultaban vacías, arrogantes y sobre todo, hipócritas. Sus amigos tampoco ayudaban mucho. Y para el resto de la gente había dejado de importar.
Antes era como un idolo, una referencia, un modelo... ahora ella se había encargado de desaparecer.
¿Cómo iba a ser un modelo para todos, si ya ni siquiera sabía quién era?
¿Si ya no sabía que le importaba realmente?
¿Si ya no sabía que quería?

Pero había decidido vivir en el presente.
Y ahora era Victoria, solo le importaba no estrellarse y quería correr, correr en su moto, y no parar.
-Ejl-



lunes, 26 de septiembre de 2011

LA FIESTA

Había sido arrastrada a aquella fiesta, arrastrada literalmente. Sofía y Belén se habían presentado aquella tarde en mi casa y me habían sacado a empujones. Me habían obligado a arreglarme, a ponerme uno de mis vestidos del fondo de armario, de esos que me ponía antes de estar deprimida.
Si lo había estado, desde que llegue de vacaciones. Vaaaale, de eso solo hacía una semana, pero... 
Echaba de menos a mis amigos, la casa las vistas, la Península; ya lo sé, suena raro viniendo de alguien que ha nacido y ha vivido la mayor parte de su vida en una isla, pero amo la Península. Todos piensan que no lo haré, pero en cuanto acabe el instituto pienso irme a vivir allí. Bueno el caso es que había sido un verano impresionante, inolvidable, me lo había pasado como nunca y al volver a aquella isla me sentía oprimida, prisionera. No me apetecía salir ni ver a nadie, pero mis amigas no me lo permitieron pues eran las únicas que me entendía y, por tanto, no dejarían que me hundiera en ese pozo sin fondo.
Pues eso, al ponerme aquel vestido negro y los tacones a juego, las ganas de juerga volvieron a mí. 

Acababa de llegar y ya me habían colocado una copa en una mano. Sofía me agarraba de la otra y me conducía a la pista de baile. Bailar, beber, bailar y pasarme lo bien, era lo único que ocupaba mi mente.
Y eso estaba haciendo cuando llegó él, ojos exóticos. Nuestras miradas se cruzaron y el mundo dejó de girar a nuestro alrededor; la música no sonaba, la gente había desaparecido incluso las numerosas chicas que lo rodeaban.
Solo estaba él. Él. Solo él.
-¡Natalia! -era Belén que me llevó de vuelta a la realidad, ¡me había quedado como una estatua en medio de la pista de baile! ¡¡Que vergüenza!!
La conexión, hechizo o como quieras llamarlo se había roto, pero su imagen había quedado gravada en mi mente. 
-Ejl-