Cruzarse con él no era malo, era peor. Era como si le destrozasen cada una de las partes de su cuerpo. Era como morir por dentro y estar vagando sin sentido por el mundo. Era horrible.
Pero Victoria había pasado cosas horribles a lo largo de su vida, una más no podría hacerle mucho más daño.
Así que, todas las mañanas, se lavaba las lágrimas de la noche anterior y se ponía su maquillaje; maquillaje, que era como una máscara que ocultaba los sentimientos que alberga el interior de Victoria.
Y de esa forma, sale cada día con el pelo revoloteando a su alrededor, el viento helado en su casa y el dolor escondido en su interior, hacia lo desconocido. Sí, hacia lo desconocido, todos los días eran desconocidos y extraños a los ojos de Victoria. Pero realmente lo horrible era el miedo, el miedo a cruzarse con él, el miedo a que demostrarse abiertamente su desprecio hacia ella.
Pero irónicamente, esto nunca pasaría, o por lo menos por ahora. Raúl nunca la despreciaría porque verdaderamente él quería a Victoria.
Soñaba cada noche con ella, con abrazarla, con besarla, con demostrarle cuanto sentía hacia ella. Y cada vez que se cruzaba con ella la angustia le oprimía el corazón, el sentimiento de impotencia recorría todo su cuerpo.
Y os preguntaréis por qué no le dice todo eso a Victoria. Pues la respuesta es muy simple: él también tiene miedo, miedo de ser rechazado, de no estar a la altura.
Y prefiere quedarse hasta altas horas de la noche imaginando que la tiene entre sus brazos, suspirando cada vez que se cruzan y mirándola sin que se diese cuenta.
De forma que tenemos a Victoria y a Raúl, que se quieren pero que tienen miedo de no ser correspondidos.
Y mientras tanto sufren sin saber que todo podría ser mucho más sencillo y que complicándolo solo es peor para uno mismo.
¿Pero quién no a complicado alguna vez las cosas del amor?
Feliz Navidad !!!!!!
-Ejl-