Corre. Corre sin parar. Corre entre la espesura del bosque; hiriéndose con los arbustos, saltando rocas, evitando árboles.
Cualquiera que viera a Victoria en ese momento creería que esta huyendo porque la persiguen. Y no se equivocaría del todo. Victoria huye, pero no porque la persigan, si no porque hoy a sido un día... no se como explicarlo... cruel, ¿podría ser?
Hoy había ido a un festival que había en su ciudad. El festival no había estado nada mal aunque a lo mejor había demasiada gente conocida para el gusto de Victoria. Pero había sido divertido. ¡¡Se lo había pasado genial!! ... hasta la hora de marcharse cuando se los encontró.
Eran un grupo de niños que se creían los dueños y señores del colegio. Eran unos 7, 8, 9 o 10 niños, dependiendo de si se juntaban con los "señores" de otros colegios. Victoria no aguantaba a ninguno, pero en especial a Raúl.
De pequeños habían sido muy amigos, quizá demasiado amigos. Pero el tiempo se había encargado de separarlos, tanto que se les podría llamar "polos opuestos".
Si solo se dedicaran a creerse los reyes del universo, a Victoria no le habría importado: "que se crean lo que quieran".
Pero el problema era que se dedicaban a joder y humillar a la gente. Cada día tocaba alguien diferente, y ese día le toco a Victoria.
Ella lo intuyó casi que al mismo tiempo que los vio acercarse. Por eso en cuanto tuvo oportunidad dio media vuelta con la intención de marcharse.
-Hoy, chicos, no os habéis salido con la vuestra- pensó. Una sonrisa triunfal se asomó en sus labios, pero casi al instante quedó congelada. Raúl, adelantándose, la había atraído hacia sí dejándolos cara a cara, y antes de que pudiera zafarse, él ya la había envuelto en su beso.
Cuando se separaron, Victoria estaba completamente en tensión, lo demostraban sus hombros, su mandíbula... Pero debajo de aquella armadura había una gran tristeza que amenazaba con derramarse de sus ojos.
-No vuelvas a hacer eso jamás, Raúl.- Fue lo único que pudo decir antes de marcharse a toda prisa.
Había contenido las lágrimas mientras llegaba hasta su moto negra, pero en cuanto se puso el casco tres o cuatro lágrimas cayeron sin remedio.
Por suerte aún era de día y serenándose un poco, condujo hasta su rincón favorito: El Bosque.
Y allí, mientras corre, si que no puede contenerse más. Se apoya en un árbol y deslizándose se sienta en el frío suelo dando rienda suelta a su dolor.
Es impresionante la cantidad de lágrimas que caen por sus mejillas y esto solo es una pequeña muestra de la gran tristeza que esconde su interior
.
Raúl la había besado. De esa forma había roto por completo su corazón.
-Ejl-
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